miércoles, 3 de agosto de 2011

Agosto mes de la Pachamama: Chacha y Warmi Supay




Por Édgar Arandia

Director del Museo Nacional de Arte

http://www.la-razon.com/version.php?ArticleId=134739&EditionId=2607



El primer día de agosto, muchas personas se dirigen a la apacheta en el camino a los Yungas para ofrecer su ritual a la Pachamama. Se queman mesas y se k’oa a las montañas para agradecer los favores recibidos de la Madre Tierra. El primer viernes de agosto, el ritual se multiplica, las dos grandes laderas de La Paz se convierten en Chuqiwayu Marka, la ciudad indígena que todavía causa temor a sectores de la sociedad conservadora. La seducción de la Madre Tierra se instaló silenciosamente en muchos hogares de Bolivia que comparten el compromiso de vivir con el medio ambiente, ideologema que utilizan todos los movimientos políticos como bandera para las nuevas generaciones.

Agosto, considerado por las culturas indígenas como el mes de la Pachamama, no es apto para casarse, hacer negocios ni compromisos importantes, porque la tierra se prepara para recibir las semillas en su seno. Al abrirse, permite que de su interior emerjan el Chacha Supay y la Warmi Supay, habitantes y divinidades de la Mankha Pacha.

Su misión es desordenar el mundo, generar caos creativo para que la Madre Tierra acoja las semillas que se convertirán en alimentos para todos sus hijos e hijas. Por eso, en este mes es frecuente —aseguran los devotos— olvidarse las llaves de la casa, quemar por descuido la comida, dejar las pilas de agua abiertas; cometer errores en la oficina, y las parejas que se casan tienen muchos problemas. También se venera a la Virgen de Copacabana, a la Virgen de las Nieves, advocaciones que representan en el imaginario indígena, a la Pachamama.

A las elites neo colonizadoras les cuesta entender que la conquista nunca se consolidó, porque la cultura occidental no logró fijar sus arquetipos de manera inconmovible; el olor de la k’oa es el mejor recordatorio de que esto es así.

Durante todo el mes, los rituales son constantes en el sector conocido como Waraku Apacheta, en la carretera hacia Oruro, es otra constatación de que la religiosidad indígena está vigente, y que en su práctica ritual se incorporan las bendiciones de la tradición judeo cristiana, junto a cultos evangélicos, bajo la maravillosa presencia del Illimani. Los yatiris cargan su cruz cristiana y su cruz andina; en tanto las filas de automotores esperan pacientemente la ch’alla para que circulen por las carreteras sin percances, es decir, están pidiendo permiso para usar la tierra.

En el imaginario minero boliviano, el Tío de la mina, otrora el Supay, es una construcción a la inversa de lo que sucedió con el Tata Santiago, devenido en Tata Illapa por la apropiación indígena, en este caso, el Supay fue apropiado por los mineros españoles para convertirlo en el Diablo o Satanás cristiano, colisionando dos conceptos del mal. En tanto el Supay o Tío de la mina puede ser benefactor o negativo, porque te da o te quita los tesoros del subsuelo, el diablo cristiano es la encarnación solo del mal. Pascale Absi, en su libro Los ministros del Diablo, se remonta hasta determinar comportamientos que preceden a las decisiones políticas. El Tío es venerado en las galerías nuevas, donde aparece fumando y abrigado por serpentinas multicolores. Muchas historias se tejen sobre él, y sabemos que el origen de la Diablada, en las primeras décadas del siglo XVI, en el proceso de la evangelización, luego del Taki Unkuy, tiene que ver con esta divinidad.

Los meses del agua, coincidente con el Carnaval o Anata y el mes de agosto son dos fechas en el calendario ritual muy importantes. A propósito, el primer intento de este artículo se borró inexplicablemente y vanos fueron los esfuerzos para rescatarlo.

No hay comentarios.: